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Un León de fases (Club León 4-1 Atlas)

Por Alberto Cruz.

El Club León comenzó con el pie derecho una nueva etapa en el torneo tras el desgastante final de la era Tena. El plan de Javier Torrente convirtió el primer cuarto de hora del partido en un vendaval que se saldó con tres goles a favor, una renta que le permitió manejar el partido y terminar ganando por cuatro goles a uno a los rojinegros del Atlas.

Planteamientos iniciales

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La fiera salto al terreno de juego con un once ofensivo acomodado en un 4-4-2 muy flexible. La defensa de cuatro tenía de nuevo laterales que ganaban altura e incluso tenían un incipiente juego interior, Mejía acaparó el mediocentro acompañado de un Leo López que por cuestiones técnicas tomó el lugar de Rocha.

En ataque, Luis Montes regresó a la banda izquierda donde comenzó su andar en el fútbol de primera división y Elías tomó la derecha, mientras Cano-Boselli formaron un doble nueve donde el primero ejerció de segunda punta, ocupado de corretear la salida rival y orbitar en torno a Boselli para cazar segundas jugadas.

Atlas, por su parte, inició con un 4-2-3-1 cuya parte móvil era la zona del doble cinco. Tener a Rafa Márquez en la salida es una ventaja importante y condicionante, el bicampeón daba la posibilidad de poner balones con ventaja a los atacantes y por ello, en la salida, se le daba gusto con centrales abiertos y opciones de pase por delante.

Los rojinegros intentaban obtener duelos individuales contra la zaga local emparejándoles extremos y puntas a la vez que estaban atentos a cargar el área rival. El juego de los visitantes iniciaba por dentro y trataba de finalizar por dentro también, aunque no renunciaba al desborde y desequilibrio por las bandas.

Desarrollo del juego

El equipo de Torrente inició un juego muy agresivo sobre Atlas, visible sobre todo en la presión alta ejercida para taponar la salida atlista, que si bien no es sumamente elaborada, si consta de formas fijas. Tapar a Rafa Márquez, atacar a los centrales y la participación activa de López, Montes y Elías, a los que se sumaba Navarro, fueron premisas claras en dicha fase.

Al ser ejecutado por primera vez, el concepto comenzó dejando espacios al rival, y la primera impresión fue de que se viviría un partido de ida y vuelta. En los primeros compases del partido, una meritoria atajada de Yarbrough cambió el destino del juego. A partir de ahí, las recuperaciones se lograron en primer cuarto del terreno visitante y los goles cayeron.

El primer tanto proviene de un concepto moderno: elegir donde perder la pelota y cómo reaccionar a ello. La fiera pierde la posesión arriba e inicia una presión-post perdida intensa y efectiva, que tiene por consecuencia tomar mal parado a su rival. Cano, alrededor del espacio dejado por Boselli, finiquita.

Los de Torrente siguieron dando agilidad y verticalidad a sus ataques, lo que unido a la ocupación de los espacios tuvo por efecto separar las líneas rojinegras a lo largo y a lo ancho. La movilidad de Boselli y Cano distraían a los centrales que no percibían las llegadas de segunda línea, activadas por un soberbio Mejía con pases largos al extremo o al desmarque.

El marcador, por cuatro a uno y definido con goles a balón parado, deja una lectura positiva con base en un elemento poco visto en la ciudad desde El Ascenso. Una positiva ocupación de los espacios en ataque y en defensa, que permite generarlos y atacarlos en fase ofensiva pero que funciona en transición defensiva empujando los contragolpes a las bandas. Puede ser el principio del fin de las sangrías en transiciones ofensivas rivales.

Las fases

Por último, distinguir los cambios de esquema que se van dando en el transcurso del partido. Se distinguieron dos, y en ellas, distintos esquemas.

Fase 1: Agresividad, presión alta. Involucración de hombres en las bandas para tapar salida, Mejía como escudero posicional, López se descuelga para tapar el pase al mediocentro. El equipo sobrecarga un lado de la cancha para encerrar al rival. Si se recupera, el ataque se lanza rápido y vertical.

El ejemplo perfecto es el primer gol.

El esquema de salida es vertical, para ello, se busca que los jugadores se separen y ocupen espacios a lo largo de la cancha, siendo receptores libres de pases largos. Se forma un 4-3-3 donde los laterales atacan en diagonales fuera dentro el espacio que liberan los extremos (Ojo, que con Tena se buscase el equilibrio de subir uno y vigilar el otro, no significa que nunca subieran). El desgaste es muy alto, siendo el ejemplo Mauro Boselli. El delantero corrió la milla en desplazamientos a banda, lo que repercutió en su resistencia y luego en sus gestos técnicos.

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Fase 2: Dosificación y control.

El equipo se coloca en un 4-2-3-1, acentuado aún más tras la salida de Cano. El mediocampo menos flexible y el mediapunta detrás del delantero ensucian al mediocentro rival. La vigilancia del carril central desvía los contragolpes a las bandas, lo que permite ganar tiempo de reorganizarse y ensuciar la definición rival. El ataque se pausa, buscando ahora sí, cargar las áreas y hacer que la pelota llegue a donde pueda ser centrada, es decir, la banda en ¾ del campo.

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Defensa profunda: vuelve la línea de 6+2

De nueva cuenta, Torrente trae de vuelta en la defensa posicional, en bloque bajo, un concepto ya visto con Pizzi. Los extremos retrasan su posición hasta igualarse con los laterales, formando una línea de seis jugadores. En dicha ocasión, es misión del doble cinco vigilar la frontal y del segundo punta de estorbar al mediocentro.

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