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Montes: Múltiples causas, una consecuencia

En 2013, a escasos meses del primer campeonato en primera división durante el nuevo milenio para La Fiera,  un conocido se encontró a Luis Montes en un lugar público. Naturalmente, le pidió una foto, a lo que el Chapo accedió alegremente y  con una sonrisa. Incluso le dejó un audio de voz para saludar a uno de sus hijos, donde se le escuchaba animosamente. Hace poco, lo volvió a encontrar de nuevo en un espacio abierto. Pero esta vez, Luis estaba serio, accedió a desganó a la petición de fotografía y se despidió fríamente. Lo que mi conocido no pudo dejar de preguntarse es si Montes sigue siendo feliz en León.

Montes

No escribo para juzgar el estado de ánimo de Luis Montes, pero si para repasar ese espiral descendente que se ha acumulado en los últimos meses alrededor de su figura. Porque una presión cae ahora sobre el 10, que ve como la tierra donde merecidamente era ídolo es donde se le cuestiona de fea forma. Y a cada esfuerzo suyo en el campo le corresponde una sensación negativa de agotamiento que no va ya a la altura de la calidad que le conocíamos. El fútbol es de cruel actualidad, pero cualquiera esperase no paciencia o pasar la mirada ante el caso de Montes, sino respeto para su trayectoria con la casaca verde.

Se coincide en señalar el punto negativo de partida durante aquel 2014. Montes comenzó a evolucionar durante la Copa Libertadores, especialmente en aquellos partidos contra Bolívar, cuando ante el atasco general sus compañeros comenzaron a verlo con más frecuencia. Él no rehusó la responsabilidad. Bajo, tomo la pelota, la distribuyó. Partiendo de la izquierda era el cable que lo conectaba todo, defendiendo era un guerrero de Matosas, como sucedió en su lesión con Castillo.

La lesión le impidió llegar a tiempo para el torneo donde se agotó la magia de Matosas y estuvo ausente en los primeros juegos de la era Pizzi. El argentino reconoció su talento y a su regreso trató de abrirle un hueco en el esquema, aun cuando ya había encontrado un camino, pero entre que Montes no volvió al mismo nivel y que su posición natural ya estaba tomada por un Elías que comenzaba su portentoso desarrollo, comenzó la acumulación de presión en su contra.

Porque la posición natural de Montes o la que mejor hace relucir las virtudes que posee, es la de medio derecho. De ahí, a pierna cambiada, activó a un Peña desaparecido en los primeros quince minutos de la final de ascenso. De ahí ponía el cerebro en el equipo de Matosas, se hacía fuerte en la banda y asentaba el equipo arriba, enganchaba, jugaba y pateaba. Desde la izquierda empezó la trayectoria de la jugada que acabaría con su gol de chilena a Chivas.

Pero tras la lesión y verse fuera del esquema de Pizzi y ahora de Tena, porque no hay lugar, cada vez tiene que entrar en una posición que le debilita. Como mediapunta, no tiene la banda para ejercer de escapista y va en desventaja en una zona bien vigilada, merced a que no puede tomar la jugada de cara. Como mediocentro, acompañando a Vázquez, su alma de artista y el recuerdo de lo que fue le obligan a dar siempre un toque de más, por lo que perderla a veces es cuestión de tiempo. Agrava la situación que una pérdida en esa zona es normalmente castigada con dureza por el rival. Pero ya Montes es juzgado en cada acción y lo sabe, por eso no puede jugar fácil. Sigue siendo Luis Montes, y por eso tiene el chispazo de inventarse asistencias imposibles, apoyar acertadamente una jugada y disparar con precisión increíble. Pero quizá no sea feliz. Porque en estos tiempos somos una afición malacostumbrada al espejismo del bicampeonato, el cual tomamos como regla y no como algo excepcional; descargando la frustración del fracaso sobre la primera víctima disponible, amparados por el anonimato de Twitter para soltar toda la vulgaridad que guardamos y en otras ocasiones no podemos demostrar. Es cierto que Montes no es el mismo, que su recuperación está lejos, porque tácticamente tiene la puerta cerrada y mentalmente está en un momento delicado, que en el fútbol sólo hay presente y que Chivas toca a su puerta nuevamente. Puede que para algunos no merezca ni paciencia, pero al menos ya tiene tiempo que se ha ganada el respeto. Debemos dárselo.

En Twitter, Akelandos.

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