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FIN DE AÑO

Gracias, Club León.

Cuando se va acabando el año, no dejamos de tener esa sensación agridulce. Agridulce pero que desde semanas atrás tiene un sabor dulcecillo. La emoción de ver de nuevo a nuestra familia, de gozar de vacaciones, de pasar un tiempo muy especial por la llegada de Dios. Pero también la fuerte nostalgia de que vuelve a terminar un año, de que han pasado doce meses de esfuerzos, de sacrificios y de metas, unas cumplidas y otras no: Ya se sabe, hay años mejores que otros.

Justo eso estaba pensando cuando iba al Estadio León a ver el último juego oficial de la temporada porque en una alegoría clara de lo que es el año humano, la sensación era la misma. Irónicamente, el primer artículo que realicé este año se titula “Alegoría de un torneo”. Iba con el gustillo de encontrarme de nuevo en la casa del Club León, con la afición que comparte mi sentimiento. Pero iba sabiendo que todo se estaba acabando. Había que ir porque era un mal momento, y León nos necesita en las malas. Tiene más valor ponerte la camiseta el día después de que pierde tu equipo que el día después de que gana. En el descenso estuve al lado del Club León, en las buenas pero sobre todo, en todas las malas. Fui al estadio en la final que se perdería con Irapuato, en la que se perdería con Dorados. Estuve cuando Puebla nos pintó la cara cero a cinco, cuando Mexiquense humilló a La Fiera, cuando acababan los torneos sin calificar siquiera a la liguilla. No estuve en aquella final contra Indios porque me fue imposible, vivía en Argentina, pero logré transmitir aquella emoción y entre mis compañeros extranjeros hubo expectación. Cuando realicé la llamada telefónica todos querían saber del ascenso del Club León. Sólo pude sonreír con tristeza para responderles.

Pero estuve también, gracias a Dios, en la final del ascenso. Iba sin pretensiones, consciente de que todo podía pasar. Pasó lo más maravilloso y ascendimos. Meses después, un profesor de la universidad me preguntaba si ya había ido a ver al Club León de primera división. No, no había ido, estuve al lado del club de mis amores en las malas, ahora es turno de que vayan otros.

Tras la goleada en el Estadio Azteca, percibí frustración, enojo, desesperación, pero sobre todo, cansancio en la afición. Fue un año difícil, del que se sufrió una dolorosa decepción. Porque parecía que habría un espectacular repunte y el desengaño fue cruel. Escuche (Leí, mejor dicho) rumores de que no se vendían los boletos y que el Estadio León se vería pintado de amarillo. Ahí fue cuando entendí que había llegado el momento de volver.

Hay que tener poco corazón para criticar a la afición. Gente que se gastó cientos de pesos para ir a ver a su equipo, bajo de forma, tratar de remontar anotando tres goles. Que a pesar de las calumnias, mensajes falsos y críticos, aun tuvo fe y esperanza en su equipo. ¡Creímos en los jugadores! ¡Y chico, debiste oír el rugido del estadio los primeros minutos! No se escuchaba la megafonía ni los americanistas.

BOLETTO

Pero el partido avanzaba y a pesar del buen juego posicional de los de Pizzi, el Club América se fue acercando mediante bonitas combinaciones en las que invariablemente participaban sus delanteros. Sus ocasiones fueron faltas de calidad y Arroyo estuvo desconcentrado, pero con el paso de los minutos la facilidad con que combinaban comenzó a contrastar dolorosamente con la dificultad de La Fiera para avanzar. Entonces apareció el cansancio en la afición. Un cansancio lleno de nostalgia. La final de copa perdida, las goleadas de visitante, los problemas físicos de los jugadores. No había fuerza ni para insultar. Eso fue lo que paso, entre gente que ama el club, que se gastó un dineral para ir a un partido que, entonces sí, se veía sin esperanza. Este acto de comprar un boleto tiene mucho valor: créanme que lo hacen del dinero que les falta, no del que les sobra.

El Club León volvió a combinar y Burbano la remató. Un rugido otra vez, un estadio hirviendo… y el medio tiempo, que enfrió todo. El camino estaba señalado: El Club León tenía que morir haciendo lo que sabía. Jugando con mucha paciencia, masticando la jugada, esperando rematadores. Cuando Peña, Boselli y Elías trataban de ir rápido al ataque, la jugada moría. Había que tratar el balón con cariño. El tiempo no iba a alcanzar, pero se tenía que hacer las cosas bien, que para eso el Club León se ha ido haciendo un lugar en la historia, sin que nadie le regale nada.

Con el paso del tiempo se cayó de nuevo, equipo y afición, en el cansancio. El empate de América, tras la entrada de Quintero, que se notó brutalmente, y de Benedetto, motivado por que en este momento es mejor que Peralta, despertó nuestro gen de batalla. Ese que nos hace no rendirnos y seguir apoyando al Club León aún tras diez años en segunda. El dos a uno de Elías demostró que aunque estando a la mitad del potencial, somos una fiera. Con Boselli al cien, con Peña y Montes finos, con Burdisso sin problemas físicos, otra historia hubiese sido. Lástima. Boselli falló en ataque, Peña fue acosado mentalmente como en todo el torneo, Burdisso estaba tan diezmado que no tenía suficiente fuerza ni para los pases, Montes cuando juega en la base de la jugada es espectacular, pero como enganche o interior hoy no ofrece nada. Marco Bueno entró sin ritmo de competición, Novaretti para ser un delantero más… pero no se pudo.

Y una mención especial para Yarbrough, con una actuación antológica. Tras su paradón en el saque de esquina y el falló del América, sus cortes de manga a la afición americanista no dejan duda: este chico siente el club. Lo ama. Es, quizá, uno de los peores años de sus carrera, envuelta en constantes devenires. Su imagen es la del equipo: responsabilidad en el Estadio Azteca por la derrota, una actuación de lo que son de verdad e la vuelta.

En fin. Toca mirar adelante. En el año, el Club León recuperó protagonismo. Se llegó a una final de copa, se volvió a conseguir una liguilla, se consiguieron bastantes puntos de cara al porcentaje del tema del descenso. Hubo dos meses de juego espectaculares. Tiene que reforzarse puntos bastantes claros de la plantilla, y esa es una ventaja de haber visto los defectos del equipo a lo largo de la campaña. Hacen falta suplentes de calidad, competencia en los puestos, refuerzos en las líneas.

Yo, apostaría por que Pizzi termine contrato. Casi no habrá pretemporada, si llegan nuevos jugadores les facilitará la adaptación, tendrán seis meses de un estilo de juego, cuando menos, hasta que llegue el periodo que sí permite reconstruir. Varias cosas. Hubo momentos de buen fútbol, pero la caída físico-anímica-táctica del equipo trastocó un año con resultados, pero que quedó lejísimos de ser memorable. Además, noto que Pizzi no le gusta al periodismo: por lo que he visto eso suele ser buena señal. Quién sabe. En todo caso queda agradecer a Jesús Martínez, a Rodrigo Fernández y a toda la plantilla por su esfuerzo.

No me queda más que agradecerles, amigos. A mis compadres Christian y Hugo, @nacionesmeralda@sangreesmeralda respectivamente. A todos ustedes por cada lectura, por cada RT, cada Fav (o corazón) y cada mención, comentario y discusión que tuvimos. Me sorprendió mucho el interés que mostraron y me alegró bastante. Probablemente este no sea el último artículo del año, pero es el momento propicio. Fin de año futbolístico de nuestro amado y glorioso Club León:

Les deseo una muy feliz Navidad, un próspero y excelente año nuevo y que Dios les dé abundantes bendiciones en su vida.

@Akelandos